Cuenta la leyenda que las primeras cepas de Albariño llegaron a la desembocadura del río Umia por mar, trayéndolas los monjes en su peregrinación hacia Santiago de Compostela. El sol y la tierra de esta zona, con su microclima especial, acogieron estas cepas que años más tarde, coincidiendo con la época dorada del globo en el siglo XVII, expandieron el vino por el mundo.
Es un vino refinado, suave, fresco e intenso.
Presenta un intenso aroma a frutas de hueso como melocotón, y un sabor dulce a pera combinado con la frescura del limón.
Claro y brillante, es una perfecta compañía para los más distinguidos platos.