Brindando en «Todos los Santos»

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José Manuel García

Cuando llegan estas fechas y escucho palabras como “hallowen” o “samaín” lo reconozco: me pongo furibundo cual personaje del Walking Dead. Y es que esta manía de exportar las cosas de otros lugares y acabar metiéndola en nuestra cultura con calzador lo llevo mal.

¿O alguien se imagina a las carrozas que desfilan en la Fiesta del Cocido, desfilando por las calles de New York? ¿O a los anglosajones celebrando el día de Acción de Gracias con pulpo á feira? ¿O celebrar el 4 de julio con la banda de gaitas de Ourense? Parece que nos cuesta mantener nuestras tradiciones y aun queremos traernos las de los demás.

Es cierto que la festividad de Todos los Santos o Difuntos en Galicia siempre ha tenido una connotación más tranquila, más basada en el respeto que se tiene en nuestra tierra por los difuntos y por la muerte. Tiene la muerte, los difuntos y todo lo que tiene relación con ello más leyendas en Galicia que todas las costumbres de fuera juntas. Y es cierto que no le damos valor e importancia a ello, ni pensamos tampoco en hacer algo más especial con ello. Nada, es mejor traer aquí de repente a peña disfrazada de Scream, Fredy Kruger o zombie, con lo que te arriesgas a que algun vecino te ponga a correr como pretendas hacer la gracieta del susto. Y es que aquí en Galicia ya tenemos el “Entroido” para disfrazarnos con nuestros peliqueiros, pantallas, etc… Y nuestro “Nadal” para capones, xuntanzas y cantos de reis. En fin, que tenemos tradiciones más que muchos y que deberíamos preocuparnos por mantenerlas y enseñarselas a nuestros peques.

bunuelos

Pero es que además cada época del año siempre tenemos algo rico que comer. Y para difuntos no podia ser menos. Huesos de santo, Pestiños, buñuelos y un montón más. Pero sobre todo lo que apetece, en esos días en los que recordamos a los que no están, a los que en algunas aldeas de les sigue dejando un cubierto en la mesa para honrarlo, lo que apetece de verdad es sentarse alrededor de la cocina económica, con un buen puñado de castañas asadas y un vaso de un tinto Rectoral de Amandi. Eso es lo que apetece para recordar a los que ya no están, y no ponerse una careta que dé miedo, que ese ya lo pasamos con demasiadas cosas.

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